Paola Santoscoy
La obra de Carmela Gross (San Pablo, Brasil, 1946) se puede pensar como una constante exploración del repertorio visual y vivencial de la ciudad. Fuertemente enraizada en la experiencia urbana y en el paisaje de San Pablo, su ciudad natal, la producción artística de Gross incorpora el uso de varios medios –dibujo, gráfica, escultura e instalación– articulando un cuerpo de obra para el cual el entorno urbano parece no agotarse. Pertenece a una generación de artistas que comienza a trabajar a finales de la década de 1960 e inicios de los setenta, un momento álgido en cuanto al clima político y social en varios países del sur debido a las dictaduras militares. Mientras que en el arte cuestiones como la desmaterialización del objeto de arte, el desvanecimiento de las fronteras entre géneros tradicionales y la incorporación de elementos de la vida cotidiana marcaban los procesos de creación, y el surgimiento de categorías como arte pop, arte conceptual, performance o happenings en los contextos norteamericano y europeo tienen resonancias en estas latitudes. Los artistas claramente voltean la mirada hacia afuera del ámbito museístico y de los circuitos del sistema del arte, lo que lleva a muchos a la calle y a considerar su práctica desde otra posición: la del ámbito de lo público.
La Carga es la primera muestra de esta artista en México y reúne un conjunto de cuatro piezas que pone de manifiesto el impulso escultórico de Gross ligado a la ciudad y al cuerpo: A CARGA, ESCADA, ambas de 1968; así como CUBA e ÍTACA del 2011, éstas últimas de la serie ILHAS. Esta constelación de obras busca activar una serie de operaciones escultóricas y conceptuales en este sitio por vía del emplazamiento en El Eco de A CARGA (LA CARGA): una escultura de gran formato que se nos presenta como un volumen geométrico constituido por una tela cuya materialidad desdibuja los contornos de este volumen complicando una identificación certera del todo. Se trata de una lona de camión de carga que si bien proviene de la vida cotidiana y que como tal tiene una función muy particular: la de cubrir las cajas de trailers y camiones para proteger de las inclemencias del tiempo la mercancía o lo que sea que esté siendo transportado, aquí se convierte en una piel que recubre la forma que la sustenta.
El año en que Gross realiza A CARGA (1968) es un año convulso políticamente en Brasil y en otras partes del mundo; cuatro años después de iniciada la dictadura en este país con el golpe militar de 1964. La censura y la represión del régimen militar provocan revueltas estudiantiles y de otros sectores de la sociedad que en 1968 se extienden por todo el país, resultando en el encarcelamiento de presos políticos y desaparecidos. El 13 de diciembre de ese mismo año el gobierno decreta el Ato Institucional No.5 (AI-5) que da plenos poderes al presidente y suspende los derechos y garantías constitucionales. A CARGA se presenta en 1969 en la Sala Especial de Nuevos Valores de la X Bienal de São Paulo junto con otras obras que en opinión de la crítica Ana Maria Belluzo revelan un interés en la presentación de construcciones “desestetizadas” que operan como índices de la vida urbana y suburbana subvirtiendo el ámbito artístico mediante el uso de materiales precarios traídos de la cultura urbana. A CARGA contiene al menos dos registros de memoria, aquella de los recorridos y desplazamientos de esta tela (incluyendo su traslado a la Ciudad de México), y la memoria histórica que se entrecruza con la mirada que intenta desvelar eso que se oculta, que parece silenciarse pero que en realidad grita; el ocultamiento como algo que visibiliza contornos de subjetividades individuales y compartidas.
ESCADA (ESCALERA) es una fotografía que documenta una intervención realizada por la artista en un acantilado de una zona periférica de San Pablo. Tremendamente vertical a diferencia del DF, esta ciudad pareciera delinear otra idea de horizonte. La línea negra trazada por Gross en el paisaje urbano amplía la escala y acción del pensamiento gráfico y escultórico mediante este gesto simple que apunta hacia la distribución de espacios y roles en la esfera de lo público. CUBA e ÍTACA por su parte, son dos esculturas en las que se hace más evidente la importancia que el dibujo tiene en la obra de Gross. El dibujo es el impulso originario de los proyectos y la matriz generadora de ideas que en ocasiones de cristalizan en otros medios. Estas islas marcan un territorio autónomo dentro del espacio de exhibición mediante la tensión y elasticidad del material de hule con el que están construidas.
Los flujos estridentes y fugaces de los recorridos citadinos están presentes en la obra de Gross de forma decantada, asimilada podríamos decir. De tal modo que más que ser un comentario sobre la realidad circundante, o bien utilizar la ciudad como tema, su obra está atravesada por el lenguaje visual abigarrado y estimulante de una urbe como San Pablo. Ella habla de este atravesamiento; parafraseando algo que la escuché decir: es la ciudad que se hace, que se forma en uno y que posibilita que uno se piense desde la construcción individual, desde la propia subjetividad atravesada por esta experiencia. Existe en su obra una relación emocional con la ciudad que confronta al espectador de forma poética y contundente, una proximidad con la urbe y con los materiales que es cruda y sensual a la vez. Un cuerpo contra otro. Queda así en nosotros activar y elaborar todo lo que en las formas está aquí: en este sitio –en su sentido más amplio– y en este momento por el que atraviesa nuestro país.
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Carmela Gross: La Carga. Cidade do México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2012. Folder de exposição / exhibition folder.
Disponível em: <http://eleco.unam.mx/eleco/exposicion/la-carga/>. Último acesso em: 1 ago. 2017.